Más allá de la oscuridad: vacío (I)


No sabía la hora ni dónde me encontraba podría ser poco más de la mañana o poco más de la tarde, no había rastros de la noche. Aparecí en una plaza desconocida no sé como ni por qué no poseo recuerdos de lo que hacía antes de estar allí. La plaza parece estar custodiada por misteriosos agentes; quien se pasea dentro es alejado por ellos. No me detuve y en mi recorrido caminé alrededor y los vi efectuando su labor, «¿qué cuidan?» pensé. Encontré una muchedumbre que se desplazaba continuamente y la aglomeración de individuos estaba sumida en una tranquilidad apacible ajena al lugar; conversé con un extraño que amablemente se me acercó cuando le hice señas de aproximarse para preguntar sobre la fecha, su respuesta fue desconcertante para mí: "No sabemos que día, mes o año estamos", dijo. Mi desconcierto fue tal que quedé pasmada de sorpresa. «¿Cómo es posible?» pensé. Continuó a mi lado el extraño joven, vagamos hasta alejarnos del lugar y llegamos a una estación de tren, bajamos las escaleras hasta la entrada principal del subterráneo para finalmente detenernos en la puerta de un extraño ascensor cilíndrico y transparente, por razón desconocida nos ocultamos de misteriosos agentes que estaban dentro del elevador, giré a la derecha y luego a la izquierda y los sujetos que estaban próximos se ocultaban como nosotros, logramos evadirlos y mi acompañante no dijo nada, entramos en él y me percaté de que su estructura era extraña como todo lo existente en el lugar.

Somnolencia efímera

La realidad ha comenzado a consumirme, ya puedo ver mis dedos desvaneciéndose y echo un vistazo hacia lo que está detrás de la ventana: ramas secas que se dejan llevar por la corriente del viento. Afuera las luces de los faros permanecen encendidas iluminando las calles desnudas haciéndome saber que aún no ha amanecido. Con calma, me levanto de la cama apartando las sábanas que cubren mi regazo; mis dedos, veo a través de ellos y al llegar al espejo veo a través de mí, mi figura desvanecerse. Está despertando, es su sueño y es entonces cuando reparo en que nunca he existido.


Arcade Fire - Winter for a year




Oh my God, a winter for a year
Oh my God, a winter for a year
And I cleaned out the back of my wardrobe for a year
Jackets never turn into branches
Not while you're not here
Oh my God, a winter for a year
Oh my God, a winter for a year
I kept my life so cold
Every breath just fogs up all the mirrors
The tears are frozen long
Long before I ever thought of crying
So ends my year-long romance
With radio towers and machines
Wasted all my prayers
That I can't remember my dreams
But I don't mind
Oh my God, a winter for a year
Oh my God, a winter for a year
And I cleaned out the back of my wardrobe for a year
Jackets never turn into branches
Not while you're not here
So ends my year-long romance
With radio towers and machines
Wasted all my prayers
That I can't remember my dreams
But I don't mind
No, I don't
No, I don't care anymore

Espécimen

El pobre escarabajo yace de espaldas sobre la mesa de un laboratorio, mueve sus patas como nadando al aire tratando de voltear su cuerpo y reanudar su marcha a quién-sabe-dónde. Con sus patas al ritmo de nado inverso logra rotar su cuerpo en círculos haciendo de su espalda el eje de rotación. Un humano con bata blanca se acerca y en sus manos lleva un objeto filoso.

—Hora de comenzar la disección.

El escarabajo, ahora inmóvil y cansado de sus últimos esfuerzos infructuosos piensa con fervor «Deseo que ese humano sea yo», y cuán extraño y misterioso es el mundo que creemos conocer, el insecto se mueve con mayor desespero no comprendiendo el acontecimiento acaecido .

—Hora de comenzar la disección.—Dice el escarabajo en el cuerpo del humano.

Ecos al vacío

Pinos rígidos de piedra se alzan sobre tenebrosas cumbres montañosas. Las siniestras ramas de los árboles de distinta natulareza bailan con el silvido del viento de lado a lado en el camino. No se escucha ningún animal, ningún sonido ni susurran las voces inentendibles que he perseguido como ecos resonando desde el otro lado de la montaña. Miro mi reloj, se ha detenido a la 2:35 p.m. «¿Cuánto tiempo he vagado en este valle sinuoso?». Las estrellas aparecen en lo alto de la nocturna bóveda celeste.

La penetrante humedad se introduce en mis fosas nasales ahogándome y los murmullos se reencuentran con mis oídos produciéndome mareos y alucionaciones; observo un ser desconocido rodeado de niebla gris, que me acecha flotando muy despacio y quedo inmóvil ante el ser etéreo, «¿quién o qué es?». Cierro los ojos sintiendo la gélida niebla cubrir mi cuerpo. Al abrirlos, ya ha amanecido y los rayos solares golpean mi cara y cuando éstos se adaptan a la luz miro los rostros con expresividad de miedo atroz de los pinos rígidos de piedra que vi ayer y miran hacia donde nace el Sol. Estoy junto a ellos, aquí en lo alto. Pinos que antes habían sido humanos y yo me he convertido en uno de ellos.

Cuando el reloj marca las 2:35 p.m. comienzan los susurros de lamentos y ahora yo susurro junto a ellos.

No se escucha ningún animal, ningún sonido más que los ecos al vacío que devuelven una respuesta en un lenguaje desconocido.

El final del final

Intenté nadar contra la corriente un millón de veces para llegar a ti pero yo era la corriente. Y te cansaste, y cuando logré llegar al otro lado ya te habías marchado.

Necesito un título

Escuchar una canción triste en un día laboral deseando estar en el silencio sordo de mi habitación oscura cubriéndome del frío y de la miseria humana ¿y por qué no?, pensar en flores secas y en el mañana que nunca llega.

El día está resplandeciente. El sol brilla radiante quemando mis entrañas y la córnea de mis ojos, ahora sólo veo puntos luminosos por doquier... A decir verdad me gustan los días de lluvia porque a diferencia de los días soleados, éstos emanan poesía y soledad, y cuando cesan las gotas dejan un verdor esperanzador que encanta. ¿Contradictorio? ¡Por supuesto!

Son las 10:35 am, es el último día de Octubre y debería ser el último día de mis intentos fallidos en recuperar la fuerza de voluntad que me falla a veces. Miento, falla todo el tiempo... 

¡Ah! Tal vez huir. Sí, huir. Vivir  de un lugar a otro como nómada sin hacer ningún lugar mi lugar. Estar en cualquier casa y hacerla mía sin ser mía. Huir de mí. Sí, huir de mí aunque la huida nunca sea alcanzada; sin embargo sólo estoy escuchando una canción triste en un día laboral inmersa en la monotonía que me tiene dopada.

Aldebarán


Me dirigí al Sol
al  camino contrario
de donde la Luna cegaba su caminar
dejando el rastro indeleble
de su última sombra confusa.

Encontré un árbol cuyas flores amarillas
brotaban tiernamente,
recordaba a la esperanza enterrada en una fosa
de mi temeroso y muerto pasado.

Continué hasta que el Sol durmió.

Balanceándose

Tuve un fin de semana extraño, uno al que debo acostumbrarme a estar sin ti. Se siente extraño volver a estar sola. Se siente extraño volver a estar rota.

¿Fortuitos? Una vez cada cien años.

Pasé entretenida cinco minutos de mi vida, cinco minutos en los que sólo detallé con ainco y entusiasmo la tela de una araña muy bien hecha; cómo algunos de sus hilos se iluminaban a la luz de los fotones que se filtraban por la ventana y las partículas de polvo se hacían de pronto visibles. Viendo cómo los pequeños insectos se trepaban de ella y quedaban atrapados en la trampa luego de buscar un pequeño lugar para descansar sus pequeñas anatomías y ver que, mientras más luchasen en desprender sus cuerpecillos del pegamento de la telaraña más aferrados a ella quedaban. Por suerte la araña no ha vuelto a casa.

¿Que qué es lo que pienso hacer con mi vida?

Pues nada. Es lo que me pregunto casi cada noche antes de dormir y la respuesta es casi siempre la misma: las dos primeras letras que componen la respuesta a la pregunta que, categóricamente hablando resulta, muchas veces ser una estupidez. Otras veces la respuesta vuelve a ser la misma pregunta y la respuesta a la respuesta es tan vacía que cierro los ojos y me quedo dormida en un ciclo casi infinito de respuestas cuyas preguntas son repetitivas hasta que al anochecer siguiente una pregunta nueva surge introduciéndose entre mis pensamientos y hace que me olvide de la pregunta original: ¿Me extrañas alguna vez? ¿Paso por tu cabeza como tú lo haces en la mía en pequeños instantes como este que me iluminan como una estrella fugaz que deja tras de sí su tenue estela en la oscuridad del firmamento como una sensación de agobiante anhelo y saudade apesumbrada? Bien, no quisiera pensar en la única posible respuesta...

Éter insectiano

Me veo empequeñecida, pero ¿cuando he sido grande? Tan sólo es poco el espacio que ocupo, tan minúsculo que a veces se asemeja a una partícula y otras veces parezco ser tan etérea que me disipo como el simple suspiro que nace en mi ser.

Como un insecto que se esconde en los rincones oscuros de una vieja casona buscando un lugar seco y oscuro en el cual construir su morada. Así soy, como el pequeño insecto que vi en la tarde de ayer.

Niebla etérea

Cuando me pierdo, el camino de regreso se vuelve un laberinto en donde habitan mis sueños y también mis pesadillas. La niebla etérea entonces me impide ver la entrada o, ¿era la salida?.