¿Fortuitos? Una vez cada cien años.

Pasé entretenida cinco minutos de mi vida, cinco minutos en los que sólo detallé con ainco y entusiasmo la tela de una araña muy bien hecha; cómo algunos de sus hilos se iluminaban a la luz de los fotones que se filtraban por la ventana y las partículas de polvo se hacían de pronto visibles. Viendo cómo los pequeños insectos se trepaban de ella y quedaban atrapados en la trampa luego de buscar un pequeño lugar para descansar sus pequeñas anatomías y ver que, mientras más luchasen en desprender sus cuerpecillos del pegamento de la telaraña más aferrados a ella quedaban. Por suerte la araña no ha vuelto a casa.

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