Más allá de la oscuridad: la penumbra

En la penumbrosa tarde de mitad de Octubre Ella le arrebataba su último aliento, las grisáceas hojas de aquel árbol que se colaban a través de la ventana de su desordenada habitación la consolaban porque sabían que no había retorno... ellas sabían.

Mientras dormía se dejaba llevar por los recónditos lugares que su mente mostraba. Volaba sobre grandes montañas, saltaba a alturas sorprendentes, caminaba en los suaves prados verdosos con aroma a flores, visitaba lugares desconocidos y flotaba con suavidad sobre las tiernas estrellas espaciales; a veces era niña, otras, anciana. En escasas ocasiones llegó a navegar por sus recuerdos de otra eras, recuerdos de sufrimientos de cada cuatro tiempos que aparecían cuando estaba en profunda concentración donde no dominaba su yo interno, el trance era más duradero y difícil era regresar. La acumulación de tristezas la corroía por dentro y la desesperación le hacía perder el sentido.

El viaje nocturno de la mente que va más allá de la oscuridad le había agotado, el portal ascendente la había transportado hasta un umbral desconocido que hasta ahora se mantenía oculto reposando siempre entre las sombras. Vivía sola, experimentaba muy a menudo toda clase de viajes mentales y su curiosidad la llevó a perseguir sin temor los retos encontrados.

En la entrada se leía "Umbra de Sisemen Retla Oge", le sobrevino escalofríos por todo el cuerpo y el gélido viento que expiraba el umbral le helaba los huesos. Dudó en entrar pero algo dentro la llamaba con intensa insistencia. Se detuvo con precaución para observar cuidadosamente lo que allí se encontraba. Al entrar reparó en que el lugar era gris y silencioso, y estaba rodeado de ruinas antiguas que en otros tiempos fueron lo que no son ahora; las largas callejuelas reposaban incesantes desde siglos y siglos, se percató que el débil resplandor del Sol grisáceo se elevaba sobre la copa de un árbol cercano a una ventana de una casa que desde donde se encontraba admirando le recordaba a algún lugar lejano que ahora dormitaba en una caverna de sus remotos recuerdos. Con pasos cortos se acercó a la ventana donde las hojas entraban cálidamente para consolar a quien se encontraba dentro. Era una habitación semi iluminada y en ella una persona abrazaba su propio cuerpo. Sorprendida y asustada podía ver cómo el temblor del cuerpo de quien observaba cesaba mientras una mujer gris exactamente igual a la primera salía de su cabeza y la absorbía arrebatándole el aliento.

Despertó agitada cuando el resplandor del Sol tocaba la copa de aquel árbol. Con un fuerte dolor de cabeza recordaba lo que había ocurrido en el umbral, su corazón no dejaba de latir aceleradamente, respiró con profundidad y su nerviosismo se alejaba con lentitud; temblaban con descontrol sus manos y piernas. Abrazó su propio cuerpo acurrucada en su cama hasta que cesó aquella reacción que hubo sufrido, tal vez por el miedo ante semejante camino o por el forzoso despertar que le revelaba un acontecimiento ineludible.

Sus pensamientos separados de sí se revelaban como némesis álter ego, tomando forma corpórea saliendo de su cabeza, otra persona físicamente igual pero de piel gris se encontraba ante sus ojos. Su grito pereció en la garganta y sus morados ojos casi sobresaltaron de sus órbitas... En la penumbra de su desordenada habitación su álter ego la absorbió por completo.

Despertó conmocionada, aún era de madrugada y asustada recordaba lo que había ocurrido en el umbral del umbral. No volvió a conciliar el sueño.